El Modelo Barcelona o la legitimación democrática de la destrucción de El Raval

Apartat de l’artícle Arqueología del futuro en el barrio El Raval de Barcelona: a propósito de tres inercias del urbanismo tecnocrático y sus efectos indeseables publicat a la revista ACE

El que mostrem en aquest article és que es recupera parts del discurs del GATCPAC per a Ciutat Vella. Però respecte al “nou barri Chino” (el ja situat per sobre de nou de la rambla) la voluntat serà la mateixa de LeCorbusier per “l’antic Barri Chino”. I és aquesta coincidència la que anomenem tecnocràcia que implicaria la creença en què “els problemes socials del barri” nomès desapareixeran bombardejant-lo, detonant el barri o enderrocant-lo completament. Com afirmava Lecorbusier, no hi cabia redempció, “Las ciudades, con su miseria, deben ser demolidas. Deben ser destruidas en gran medida y construirse nuevas ciudades. […] Las ciudades deben salir de su miseria, pase lo que pase. Hay que destruir barrios enteros y construir nuevas ciudades”. És aquest fervor de cert progressisme que associa destrucció a progrés o que per progressar cal destruir.

A més d’això vam descobrir que s’havien seguit els plans del GATCPAC, però només algunes projeccions i retòriques. Per exemple, què va passar amb la Nova Economia Urbana de Torres Clavé? Amb la municipalització de la propietat urbana? Amb la socialització del sòl  urbanitzable, els materials i els treball dels tècnics, què va passar amb el principi rector que estipulava Sert per fer una intervenció urbanística quan afirma “Mientras los alojamientos constituyan la base de negocios y de especulación para el capital privado, y que su construcción y explotación dependan de empresas que no buscan más que un mayor rendimiento de los capitales invertidos, las viviendas en nuestras ciudades no serán decentes, ya que son la más pura expresión de esta organización financiera. […] Sólo podremos empezar la regeneración de nuestras ciudades el día en que el alojamiento se considere como un servicio público de primera necesidad y se realice con las técnicas modernas para satisfacer nuestras eternas o nuevas necesidades. Para alcanzar ese resultado es preciso: a) Liberar el suelo de las ciudades. b) Que el alojamiento sea un servicio público”

Són aquestes descobertes i altres que continuació despleguem les que ens fan pensar que les continuïtats entre tots dos períodes, ho són, lamentablement, en les estratègies més destructives i no pas en les més redistributives. I això es porta a fer una altra afirmació: L’urbanisme és una manera de fer política, probablement, de les més importants i determinants de la vida social, econòmica i política d’una ciutat.

La huella tanto de los planes como del conjunto de acciones llevadas a cabo por estos jóvenes arquitectos se había ignorado demasiado tiempo (Bohigas, 1960). Esta es la opinión de una de las figuras más relevantes de lo que será la “Reconstrucción de Barcelona” después de la muerte del dictador. Según Oriol Bohigas (responsable de la última gran intervención en El Raval –la Illa Robador- además de arquitecto responsable e insignia de la transformación de la Barcelona posfranquista), “[M]ientras estas situaciones [falta de eficacia urbanística, modernización de la arquitectura, compromiso social y económico] perduren casi en todo el mundo, las nuevas generaciones deben ser todavía fieles a los programas iniciales.” (1960, p. 44). Este texto lo tituló pertinentemente “Homenaje al GATCPAC” y significará una primera alabanza del grupo. Décadas más tarde, aún destacará la importancia de estos profesionales, incluso, por encima de los gobernantes. Ellos fueron, a criterio de Bohigas, los artífices de una nueva arquitectura y, por extensión, de un nuevo urbanismo en Catalunya. Para quien fuera Delegat de l’àrea d’urbanisme de l’Ajuntament de Barcelona entre 1977 y 1984 y posteriormente arquitecte en cap, no se puede comprender la importancia de este nuevo urbanismo y su imbricación con los anhelos sociales y políticos de la sociedad, si no se tiene presente que fueron estos arquitectos juntamente con toda una escuadra de profesionales -y no los políticos electos ni mucho menos la gente común- los que empujarán a las Consellerias republicanas a poner las medidas oportunas para lograr una sociedad más progresista, abriendo las puertas de una modernidad “tan exigente que apenas se desarrollaba sólo en ámbitos internacionales aún restringidos.” (2010, p. 10).

Como es sabido, los planes para “sanear” El Raval del GATCPAC no pudieron ser implementados hasta la muerte del dictador Franco[1] y, más elocuentemente, hasta dos años después de que Barcelona fuera escogida sede de los Juegos Olímpicos en 1992. La rehabilitación de El Raval se encontró con la buena –o mala fortuna, según se mire- de coincidir en el tiempo con el gran acontecimiento que cambiará para siempre y en un periodo de tiempo muy corto, la faz de El Raval. Desde el momento en que Barcelona se elige sede de los JJOO, en 1986, arranca una campaña mediático-política que urgirá a las autoridades a intervenir drásticamente el barrio. A partir de una más que controvertida “batalla entre traficantes” en la conocida como “Isla Negra” (o manzana Sant Ramon), dos manzanas de fincas, es decir, 26 edificios con sus correspondientes 560 viviendas y 70 locales comerciales, fueron íntegramente destruidas (Rufián Roto, 2011). Será esta intervención la que dará lugar a la constitución de la empresa de capital mixto PROCIVESA que será la encargada de toda la remodelación del distrito de Ciutat Vella.

En 1988 se pensó que “en ese momento […] no había nada que justificara su rehabilitación”, tal y como reconocía el entonces máximo responsable de PROCIVESA, Martí Abella, en un programa de la televisión pública catalana (Colom, 2005). Él mismo añadía después su pesar al comprobar que, contrariamente al sentido común propio de los tecnócratas del momento, “en el barrio chino vivía mucha gente muy normal” (Colom, op.cit). Quizás nadie, ni antes ni después de él, expresó más desacomplejada y honestamente las ruinas humanas que dejan las demoliciones de viviendas en zonas densamente pobladas. Tanto Martí Abella como su colaboradora Carme Gual, nos reconocían en una entrevista que hoy no se hubiesen hecho intervenciones tan contundentes como la obertura de la Rambla de El Raval pero que, en aquel momento, “no había nada que valiera la pena recuperar” y que, por otro lado, si no se hubiera intervenido en su momento, “ahora estaríamos como en las favelas de Brasil, con los militares en la puerta” (Entrevista Carme Gual, octubre 2011). Los antiguos vecinos y trabajadoras de la enorme zona afectada no dejaron rastro y se esfumaron del “Barrio Chino” para no volver. Poco después, el PERI (Plan Especial de Reforma Interior) –solo en la “zona sur”-dejará un saldo de nueve manzanas arrasadas más que significarán un total aproximado de 2500 viviendas y 450 locales comerciales derribados (Fernández, 2014). Como en el cuadro de Klee, en el caso de El Raval, este progreso ha dejado un rastro de destrucción de tejido urbano y muerte de barrios enteros difíciles de obviar.

El relato asumido por Oriol Bohigas y demás responsables “culturales” de esta Barcelona en reconstrucción será el del GATCPAC, pero las ejecuciones se parecerán más a las amplias propuestas de destrucción imaginadas por Le Corbusier. Recordemos que el GATCPAC prefiere una intervención “de cirujano antes que de arquitecto”. Para Bohigas, además, deberán ser homeopáticas o de acupuntura (1986). Pero esto no fue así para gran parte de El Raval[2].

Tal y como se nos recordaba, “fueron las bombas de la Guerra Civil las que hicieron los primeros saneamientos urbanísticos al sur de El Raval”. Éstas destruyeron más de 1500 viviendas[3], una cifra inferior a los 2500 hogares desaparecidos que implicaron las intervenciones una vez restaurada la democracia. Y esto nos lleva a proponer una nueva hipótesis ad-hoc. Si tenemos presente que la gran destrucción del barrio de Drassanes propuesta por el GATCPAC ya la habían llevado a cabo las bombas, ¿podemos entonces considerar las operaciones urbanísticas de la Rambla de El Raval, Illa Robador y Sant Ramon como intervenciones auscultadas, de cirujano homeopáticas? O es que, cuando les tocó el turno a los responsables últimos del “Modelo Barcelona”, ¿el barrio ya había mutado y traspasado la mítica frontera de Nou de la Rambla para instalarse en la Illa Robador y, por tanto, desplazado también el objeto sobre el que se debía hacer tabula rasa? (Figura 3)

Figura 3 Calle d’En Robador una tarde del verano de 2012. Fuente: Sirvent Ivorra y Carreras Gutiérrez, 2012


Nuevamente, en la etapa democrática, las mediaciones urbanísticas también se justificarán como capaces de resolver los “problemas sociales” del barrio, hasta el punto de que una actuación como la llevada a cabo en la Illa Robador, “relega a un segundo plano el trabajo social, priorizando la estructura urbana y la mejora del espacio público” (Bohigas, Ferrer y Sust, 2002) y, por tanto, la tradicional estrategia preventiva que había sido la redistribución de la riqueza (López y Alabart, 2011). Sus efectos –deseados o no- en El Raval parecerían ser que, mediante las intervenciones urbanísticas, se declaran acrónicos los conflictos de clase y que, por derivación, la política se retrotraiga a una única función: adecuarse a las necesidades de la técnica y, a poder ser, de la más avanzada de ellas, la urbanístico- arquitectónica.

A continuación, nos detendremos a reflexionar sobre la persistencia del urbanismo tecnocrático hoy día, en concreto, en la planificación de las ciudades ideales contemporáneas etiquetadas como Smart Cities.


[1] El barrido de escombros que supuso la construcción de la Av. Garcia Morato (actual Drassanes), respondía más a la propuesta de “obertura” de la Gran Vía B de Cerdà. Aun así, como estamos viendo, de nuevo ni en periodos republicanos, ni dictatoriales, ni recuperada la democracia, nadie pone en duda la urgencia en no dejar rastro del malogrado “Barrio Chino”.

[2] Según Enric Mir, Profesor del Departamento de Proyectos de la Escola Técnica Superior d’Arquitectura de Barcelona, “La actuación que está llevando a cabo el ayuntamiento pasa por la apertura de estos grandes agujeros que están provocando una operación traumática, en términos médicos es como si en un campo de batalla, un soldado herido de un pie vuelve al hospital de campaña y el cirujano le corta la pierna. El problema pues es que el soldado ha perdido una pierna cuando, seguramente, con otros medios el soldado se hubiera salvado”. Extracto de una entrevista aparecida en el documental Perill al Centre Històric de Barcelona (Mallarach, 1999).

[3] En total se calcula que estos bombardeos causaron más de 2500 muertos y una cifra cercana a los 3200 heridos. Véanse Villarrolla (1991) y Albertí y Albertí (2004, pp. 40-43).En otro enclave obrero de Barcelona, el barrio de Sant Pere y Santa Caterina, también se produjeron bombardeos contra población civil. Lo que une a estos dos barrios céntricos y desasosegados es que ambos mantuvieron los escombros de las bombas durante décadas. En el caso de Drassanes, hasta la urbanización de la Avenida Garcia Morato (actual Drassanes) en 1968 y en el caso de Sant Pere, hasta finales del siglo XX.

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