Ni Dios ni amo ni patria ni Estado ni Ley. Reflexión a propósito del concepto de Heteronomia de Cornelius Castoriadis.

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Toda sociología es, ante todo, una sociología del conocimiento.

El concepto de Autonomia tal y como lo plantea Cornelius Castoriadis remite e implica consciencia de sí mismo como sujeto histórico y como emanación de una sociedad igualmente histórica (y perdón por el pleonasmo). Como sujeto que tiene capacidad de crear sociedad, es decir, sentido, significado y como sociedad que tiene capacidad de crear sujetos, es decir, cuerpos significantes.

Es por ello inmanente al sujeto la capacidad de cuestionarse e interrogarse sobre las instituciones que dan forma, estructuran y que cristalizan en lo que llamamos sociedad. Así, esta capacidad de crítica de la institución es manifestación de la condición autónoma de la sociedad y del sujeto. El regateo de la crítica es el rechazo a pensar(nos) y a pensar las instituciones. Es también negar el deseo que sistemáticamente las instituciones sean emanación de los sujetos y no a la inversa, que la sociedad sujete los sujetos, sus cuerpos, los amolde a la quietud, al estatismo a la conservación de los órdenes presentes. Y toda esta resistencia obtusa a a la crítica, a pesar de lo palmario de sus fallos, inequidades o abusos, a pesar también de la expansión del sufrimiento que inevitablemente implica la mengua de las autonomías societales e individuales.

Negar entonces la crítica a la sociedad -a sus/nuestras instituciones-, a la ley, a la norma, al Estado, a la patria, a la nación, a la religión es negar la autonomía. Es el principio básico que propulsa las sociedades a su estado catatónico, dócil, sumiso, servil, insolidario y violento, que las aboca a un estado heterónomo. Es esta sin lugar a dudas, una nueva expresión del fracaso del proyecto Ilustrado.

“Esto implica evidentemente la aparición de un nuevo tipo de ser histórico en el plano individual, es decir, la aparición de un nuevo tipo de ser histórico en el plano individual individuo autónomo que puede preguntarse y también preguntar en voz alta: ¿”Es justa esta ley”?. Todo esto corre parejo con la lucha contra el viejo orden y los viejos órdenes heterónomos, lucha (es lo menos que puede decirse de ella) dista mucho de haber terminado. Es esta creación histórica de la autonomia y, lo repito, de un nuevo tipo de ser capaz de poner en tela de juicio las leyes mismas de su existencia, lo que condiciona para nosotros tanto la posibilidad de la discusión de hoy como, lo que es mucho más importante, la posibilidad de una verdadera acción política, de una acción con miras a establecer una nueva institución de la sociedad, con miras a realizar plenamente el proyecto de autonomía. Pero ésta es otra historia” (p.-77)

Castoriadis, C. (1988). Lo imaginario: La creación del dominio histórico. In Los dominios del hombre: Las encrucijadas del laberinto (pp. 64–80). Barcelona: Gedisa Editorial.

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